Divorciarse es un paso doloroso, caro y complicado, aunque lo es menos desde la reforma de la ley en el año 2005. Entonces se suprimió la obligación de pasar por un proceso de separación previo al divorcio y se creó una nueva figura, la mediación familiar, pensada para ayudar a solventar el divorcio de la forma menos conflictiva posible:
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Reducir los daños emocionales y económicos derivados del divorcio.
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Proteger los intereses de los menores que puedan estar implicados.
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Minimizar las desavenencias entre los cónyuges, creando las condiciones para que dialoguen y se comuniquen.
Negociación fuera de los tribunales
La mediación familiar es un proceso al que acude voluntariamente la pareja que va a divorciarse, para establecer de mutuo acuerdo los términos de su divorcio, con la ayuda de un mediador y sin necesidad de ir a un juicio donde sería el juez quien tomaría las decisiones.
Si la mediación resulta fructífera y los miembros de la pareja logran un acuerdo, el mediador redactará un documento que lo plasme. Este documento, un borrador de convenio regulador, tendrá que adjuntarse después a la demanda de divorcio que se interponga ante los tribunales y será examinado por un juez, que se asegurará de que se respete la ley y de que ninguno de los implicados (cónyuges o hijos, si los hay) haya salido perjudicado.
Si el juez lo aprueba y lo homologa, el convenio tendrá la misma validez que si lo hubiera dictado el mismo tras un proceso contencioso.
Mediador, profesional cualificado
La mediación es supervisada por una persona cualificada (el mediador) para guiar a dos personas que tienen dificultades para entenderse hacia soluciones que satisfagan a ambos lo más posible y respeten la legalidad.
La ley exige que el mediador sea activo y que se muestre imparcial y neutral. Es decir, no es un mero espectador, sino que debe estimular y encaminar las negociaciones, sin tomar partido y sin imponer soluciones propias. Además, se le exige que mantenga la confidencialidad sobre el proceso y que sea fiel a su tarea.
Ventajas de la mediación familiar
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Al tratarse de un arreglo de mutuo acuerdo es menos traumático, pues cada parte ve reflejada su voluntad en alguna medida.
Esto favorece el cumplimiento de los acuerdos, que sin embargo falla con más frecuencia cuando el juez decide por los contendientes, sobre todo lo que antes compartían (bienes, vivienda,
negocios y, sobre todo, hijos), sin dejar satisfecho a ninguno.
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El acuerdo se debe alcanzar en un plazo breve que varía de una región a otra, siendo por lo general de tres meses
prorrogables excepcionalmente por otros tres, aunque hay diferencias entre comunidades.
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La mediación suele abaratar mucho el divorcio, al menos si se compara con los procesos contenciosos, en los que cada cónyuge
necesitan un abogado y un procurador. No hay unas tarifas prefijadas, sino que se pactan de antemano con quienes la solicitan. Lo habitual es que el precio varíe en función del número de
sesiones necesarias para lograr un acuerdo, de cuántos profesionales intervengan, etc. Al coste de la mediación es preciso añadir el de un único abogado y un procurador, que tramiten la
demanda de divorcio ante el juez adjuntando el acuerdo obtenido gracias a la mediación, puesto que no es posible interponer una demanda de este tipo sin la intervención de estos
profesionales.
Fuente: www.ocu.org
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